Xinito: la irresistible fusión del bluefin
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La gastronomía nos reporta un placer inigualable, eso casi nadie con dos dedos de paladar lo pone en duda. No obstante, la satisfacción se redobla cuando en el recetario o la narrativa entran en juego o se mixturan nacionalidades u orígenes transversales, que amplifican el sentido y el resultado de lo bebido y degustado.
Véase: un noble tipo venezolano de origen sirio que triunfa en Majadahonda (Madrid) con un atún rojo no menos viajero y oceánico como emblema. Lleva por nombre José Haskour y desde unas cuantas temporadas no hace más que redoblar el encanto y el éxito de Xinito, un establecimiento de culinaria oriental bien fusionada y fundamentada cuyo primer acierto fue el naming: “Se me ocurrió cambiar la CH por X en Chinito, y creo que a la gente le gustó, resulta simpático y se recuerda con facilidad, además de que imprime cercanía”, sostiene José, un tipo noble que supera con holgura los 190 centímetros y que cohesiona un equipo donde el chef dominicano Álvaro Luis Rodríguez ejerce de sushiman y devana con mimo nuestro querido blue fin.
Las raíces y trayectoria de Haskour quedan bien patentes en su actual “Mis padres emigraron de Siria a Venezuela en los años 50. Yo era el menor de tres hermanos. Aquella era la Venezuela saudita, con mucha gente de Líbano, Siria… que llegó con el boom del petróleo. Crecí en Caracas y estudié Derecho Mercantil y Tributario allí. Posteriormente hice un máster en Madrid, pero me volví a Venezuela ya con la idea de montar aquí un restaurante. Regresé en 2008 definitivamente. Homologué mi carrera, trabajé en un despacho y en 2010 montamos el restaurante Xinito, desde cero”.
Xinito: shusi fusionado sin purismo
“Al año se enroló Álvaro con nosotros y ha ido creciendo y aprendiendo desde entonces. Había mucha oferta de locales disponibles, crisis del ladrillo, y encontramos el lugar aquí junto al centro comercial Monte del Pilar. Luego ampliamos la barra, hicimos restyling. Y le dimos al restaurante un concepto de sushi fusionado sin purismo, con tono vietnamita, tailandés, japonés… pero todo bajo un nombre corto que pegara, que no sonara a muy asiático, porque a veces la gente lo asocia con restaurante caro”, explica el venezolano bajo un enorme dragón que preside colgado del techo en plan origami, el salón principal. “Abrimos en el año del dragón, según el horóscopo chino el mejor signo de todos, que dicen tiene una magia especial para los nacidos en ese año”, explica.
Desde que abrieron se apoyaron en los pedidos a domicilio, con precios comedidos y primera calidad en materia prima. Así que llegó la pandemia y ya estaban lo suficientemente entrenados como para funcionar como una maquinaria suiza, puntual y sabrosa, donde fidelizaron a una clientela heterogénea, transgeneracional. En carta, el atún rojo resulta fundamental, crucial y permanente, aunque cada dos años se cambie el recetario. Xinito despacha 15-18 kilos a la semana, “pudiendo llegar a 100 kilos al mes en temporada al mes, un atún limpio”, detallan.
Atún rojo, protagonista de la carta
Los sashimis y nigiris llegan irreprochables de sabor y texturas, con dos tipos de tataki memorables: uno tradicional con salsa sésamo y envuelto en sésamo, sellado asimismo con aceite sésamo y sobre el que ha llovido brevemente sal negra del Mar Negro; el otro, un tataki maguro especial con wakame, sésamo blanco, chili dulce, chipotle, y ensalada wakame y huevas de tobiko (pez volador). El gunkan spicy tuna llega bien cortadito, macerado con salsa kimuchi, roció de cebollina, base de arroz sushi, jengibre y wasabi, y sésamo negro como colofón.
“La ventresca la usamos solo a veces, pide brasa y que el producto salga rápido. Es un género espectacular igualmente”, razona el empresario. Unos generosos gunkan, makis, y un tiradito macerado en salsa de soja (con soja, ponzu, limón), cebollino y sésamo, antecede a un almuerzo suculento, afable y conversador.
En la lista de vinos, algún estimable sake, con tonos cítricos y burbujas estupendas para aliar la propuesta. Con capacidad para 100 comensales, 30 más en terraza, su estética entre el orientalismo y la foresta amazónica, Xinito es un divertimento de lo más recomendable, en el que uno no puede dejar de pensar en crecimiento o próxima expansión. Por eso la última cuestión resultaba inevitable: “¿Replicar este concepto en otro lugar? Mira, los hijos únicos son buenos porque tienen personalidad. Llegado el caso, mejor replicarlo con otro nombre. Las comparaciones siempre son odiosas. Eso sí, si lo abriéramos en Dubai no pasa”.