Cartagenasia: cuando la capital de Japón es Cartagena
Sumario:
Una bitácora del sensei Hiroshi Umi.
La geografía miente. O cuando menos resulta caprichosa. Por primera vez en la historia, y solo durante cuatro jornadas, Cartagena no está bañada por el Mediterráneo, sino por las aguas del más lejano y exótico mar oriental. Deja de ser parte de una gran masa continental y se convierte a la insularidad más orgullosa, como si fuera parte de una mágica prefectura y trastocara todos los mapas, todas la coordenadas, todos las latitudes.
Porque a sus a sus romanos y a sus fenicios ahora hay que sumarle a Cartagena a mis compatriotas japoneses, hermanados ya ambos pueblos por la vía de un escómbrido delicioso y codiciado que ha puesto a la localidad murciana en el epicentro mundial de la cultura del atún. Y todo este cambalache se debe a Cartagenasia, el evento que por mor de la Asociación Empresarial de Acuicultura de España –al que sumar el impulso del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y la Unión Europea, además de la embajada de Japón en España, el Gobierno regional, el Ayuntamiento cartagenero y los deliciosos recursos del Grupo Ricardo Fuentes– se ha celebrado estos días en el Batel del puerto en la ciudad que vio nacer a Pérez Reverte.
Viaje a Japón con los cinco sentidos.
¿La razón del evento? Colocar en el centro del tablero el atún de acuicultura y ornarlo, por razones históricas comprensibles, con un viaje a escala a mi país a través de los cinco sentidos. Sonaba tentador para un curioso y gourmet impenitente como yo. Así que allí encaminó sus pasos este humilde bloguero-servidor, pisando la crujiente madera del puerto como si fueran un camino de baldosas amarillas que se prolongaran hasta mi Osaka natal, reino de Oz donde la gastronomía cruda es mandamiento.
Bajo un sol benefactor e inclemente, pertrechado de abanico y botella fresquísima y cristalina, lo primero que hice fue pegar la oreja con bloc y delectación a los discursos de inauguración. Así centraría el tiro sobre los conceptos que alienta iniciativa tan loable y reconfortante. Abrió fuego Noelia Arroyo, regidora cartagenera, haciendo hincapié en que Cartagena había sido “puerto de entrada a muchas culturas, algunas antiguas pero muy vivas aún como la del atún (…) que ha abierto caminos, aunque estemos separados por 10.000 kilómetros. Cartagenasia es un nuevo continente donde caben desde pescadores a consumidores de atún, un encuentro, un puente que espero que dure muchos años”. Buena retórica la de la alcadesa.
El presidente de Apromar, José Carlos Rendón, señaló que “de este mar sale el atún más valorado, el que prefieren los chefs y disfrutan los consumidores de los cinco continentes (…) hace mas de 50 años que Ricardo Fuentes abrió el camino. Hoy continuamos esa senda apostando por una acuicultura sostenible”.
Por su parte y con cierta emoción en sus palabras, Francisco Fuentes, presidente del Grupo Ricardo Fuentes, partner principal de la primera edición de Cartagenasia y asociado de APROMAR en Cartagena, se dirigió a los presentes con un recuerdo para sus empleados, algunos hombres y mujeres anónimos que van a ir teniendo cumplida cuenta aquí en forma de post: “Detrás del atún rojo de Cartagena hay un gran equipo de personas. A pocas millas de aquí, muchos de ellos están trabajando duro para que todos podamos disfrutar cada día del mejor atún rojo del mundo” y agregó que “de este mar sale el atún más valorado, el que prefieren los chefs y disfrutan los consumidores de los cinco continentes. Hace más de 50 años que Ricardo Fuentes abrió el camino. Hoy continuamos esa senda apostando por una acuicultura sostenible”..
Abrochó e inauguró el acto mi admirado Kenji Hiramatsu, embajador extraordinario y plenipotenciario de Japón en España. De sus años mozos estudiando en Madrid y Salamanca le ha quedado un español de lo más correcto y completo, y tirando de él incidió en que era su segunda visita a “la bella Murcia y la acogedora Cartagena (…). El atún rojo es una materia prima indispensable para Japón y España, gracias al Grupo Ricardo Fuentes, que exporta un 80% a nuestro país y podemos disfrutar en mi tierra de un atún de gran calidad, espero que por muchos años”.
El Atún Rojo, protagonista en Cartagenasia
Porque de eso de se trataba. En Cartagenasia ha habido atún. Mucho. Del mejor. Rojísimo y en buenas manos. Ha habido ronqueos con piezas descomunales en el escenario Yosozi, hemos escuchado a Nazario Cano –pronto en Odiseo– desmitificar leyendas para que nos acerquemos a él en cocina; nos hemos quedado absortos con el tratamiento exquisito que del atún hace Pablo González en esa Cabaña de los sueños, en El Palmar (dos estrellas Michelin).
Y ha habido makis, y sushis, y tatakis para todos a unos precios popularísimos. Un trasiego de gente entusiasmada con las cosas de la tierra que me vio nacer que me emocionó de veras. Desde el jueves y hasta bien entrado el atardecer del domingo, se han sucedido talleres, demostraciones y exposiciones sobre la cultura, el arte y la gastronomía de la que me siento parte.
Porque cientos de locales y de turistas han disfrutado de artesanía, trajes tradicionales o pintura sumié, talleres de caligrafía (el experto Mitsuru Nagata, que vive y trabaja en Barcelona, escribió mi nombre en kanji como souvenir, cuánto honor), ikebana (ese arreglo floral tan delicado que hizo las delicias de transeúntes y gourmands), origami (arte del plegado de papel para componer figuras o animales), furoshiki (envoltura de objetos en tela para su transporte como si fueran un bebé depositado por etérea cigüeña) o taiko (la contundente percusión con baquetas bachi sobre un tambor vertical que podría despertar al mismísimo King Kong).
También hubo cuentos y narraciones tradicionales sentados en cuclillas, fotos junto a un bonsai de premio, conversaciones en cada stand con copas de vino de la tierra murciana en mano, tatakis marinados, ceviches de corvina, tartares antológicos, un sol que invitaba a zambullirse en el mismo puerto y un atardecer para enmarcar…
Este bloguero aprovechó un receso del evento para salir al mar y conocer el trabajo de los buzos de los viveros de Fuentes en aguas de San Pedro del Pinatar, pero eso es materia para el próximo post. Les invito a que se sumerjan en él. En la clausura dominical, felices, saciados y exhaustos por el esfuerzo, todos coincidieron en que los tesoros del mar son finitos. Y hay que protegerlos. Lo dicho, oído y comido. Larga vida a Cartagenasia.